SUICIDIO: UNA SOLUCIÓN PERMANENTE A PROBLEMAS TEMPORALES

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Psic. Gabriela del Bosque

Corrección de estilo: Anna Andrade

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Cerca de 800,000 personas se suicidan al año; es decir, cada 40 segundos alguien se quita la vida en algún lugar del mundo según los datos de la Organización Mundial de la Salud. Y más alarmante aún es saber que, por cada persona que se suicida, existen veinte que lo intentan.

No es fácil hablar de suicidio. Me descubro no sabiendo cómo empezar, cuidando las palabras, releyendo algunas frases en viejos apuntes; hay tanto que decir y tanto ya dicho. Me orienta el deseo de tocar este tema para que tengamos herramientas como sociedad y nos acerquemos sin prejuicios a esta dolorosa experiencia.

Empecemos por definir el comportamiento suicida, el cual abarca un espectro de conductas que van desde la ideación, las conductas preparatorias, el intento y el suicido completo. La ideación se refiere al proceso de pensar, considerar o planear el suicidio. Intentando simplificar un fenómeno tan complejo, en este artículo hablaré de ideación, pensamientos o deseos suicidas como parte de una misma experiencia. 

Se trata de una crisis emocional que involucra un conjunto de factores genéticos, ambientales y psicológicos-conductuales. Las investigaciones han demostrado que la gran mayoría de las personas que mueren por suicidio padecen un trastorno de salud mental diagnosticable en el momento de su muerte. De ahí la importancia de eliminar tabúes respecto a los trastornos de la salud mental y el malestar emocional que estos generan.  

En nuestra sociedad existe un arraigado tabú sobre la salud mental que forma parte de esta problemática: censuramos las emociones negativas y desagradables. Existe una escasa tolerancia al malestar emocional que da origen a que, en silencio, se vayan enquistando malestares.

La falta de comprensión sobre la salud emocional genera las principales áreas asociadas al riesgo suicida, que son: el aislamiento, la vergüenza, la culpa, la desesperanza y la inutilidad.

Merleau-Ponty señala que nuestro cuerpo está en el mundo como el corazón está en nuestro organismo. Y nos ayuda a comprender que cuando una persona tiene ideación suicida está sufriendo en su forma de intentar llegar a su mundo y en la forma en que su mundo se encuentra con él. 

Las personas que tienen pensamientos suicidas o que intentan suicidarse, con frecuencia están tratando de alejarse de una situación de vida que les parece imposible manejar, algo que les hace sentirse avergonzados, culpables o como una carga para los demás. Se sienten solos, rechazados o alienados de su grupo social. No logran conectarse con su entorno.

Siendo seres relacionales, necesitamos ir y ser recibidos por nuestro entorno para desarrollarnos, por lo que esta sensación de desconexión con los otros merma la capacidad de resiliencia del organismo.

La vergüenza y el peligro del silencio

Mientras continuemos etiquetando el malestar emocional como debilidad, fracaso o incapacidad del individuo, estaremos abonando a la vergüenza de quien lo padece. La vergüenza es una experiencia con los otros donde hay sufrimiento, la sensación de no ser apto, sentirse insuficiente, inadecuado, o que algo está mal en lo que somos.

Al sentirnos avergonzados de nuestro mundo emocional, de manera natural se activa el mecanismo de escondernos de los demás para no ser vistos fallando. Así, la vergüenza rompe vínculos, ya que nos lleva al aislamiento y el ocultamiento.  

Es importante que comprendamos que el suicidio podría ser la expresión más dramática de la vergüenza, siendo el deseo de ocultarse para siempre de la vista de los otros.

Como sociedad podemos y debemos ser conscientes de esta situación, es tiempo de normalizar sentimientos como la tristeza, el desánimo, la pérdida del sentido de vida, la vergüenza, la culpa o el enojo, entre otros temidos y mal llamados negativos estados de ánimo. Los seres humanos experimentamos todo un mundo emocional que incluye pasar por momentos grises en la vida, días en que continuar no es fácil y las dificultades que los demás aparentan lidiar con facilidad no resultan nada simples de sobrellevar.

No hablar de ellos no implica que desaparezcan, al contrario, crecerán tomando formas cada vez más inadecuadas y peligrosas para la salud mental y emocional. 

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El silencio y el aislamiento complican la prevención y la intervención.

Soledad y aislamiento

La soledad es uno de los sentimientos más arraigados entre las personas con tendencias suicidas y está casi de forma indisoluble fomentada por el tabú que rodea al suicidio. Las personas con ideación suicida intentan resguardar su dignidad, temen compartir sus pensamientos y emociones por temor a no ser comprendidos o a ser juzgados, por lo que una característica común en las personas dentro del espectro de los comportamientos suicidas es aislarse.

Aislados e intentando esconder el sufrimiento nos ponemos en una posición muy vulnerable y peligrosa: los resentimientos secretos inconfesables e inexpresables se guardan y se convierten en sentimientos de culpa e incapacidad creando la sensación de que la muerte es la única salida viable.

Los estudios indican que las ideas suicidas inician dos años antes de que una persona intente suicidarse, siendo en este periodo vital recibir ayuda. Como sociedad debemos normalizar el diálogo en torno a sentirnos solos, desanimados, inadecuados, sin sentido en la vida o confundidos. Hablar del malestar emocional salva vidas.

¿Qué podemos hacer para ayudar a quien intenta ocultar que necesita ayuda?

Lo deseable es que las personas aprendamos a pedir ayuda psicológica y psiquiátrica frente a un malestar emocional o psicológico tan intenso como el que generan los comportamientos suicidas; sin embargo, en un gran porcentaje de los casos no es así debido a los tabúes e introyectos culturales existentes.

Afortunadamente los estudios han identificado ciertos síntomas y conductas que algunas personas pueden mostrar antes de un intento de suicidio. Estemos atentos cuando alguien a nuestro alrededor tiene alguno de estos comportamientos:

  • Tener dificultad para concentrarse o pensar claramente.
  • Pérdida de interés en actividades que solía disfrutar.
  • Alejarse de amigos y familiares o no querer salir.
  • Perder el sentido de vida.
  • Deseos de regalar pertenencias importantes.
  • Hablar acerca de marcharse o la necesidad de «dejar todos mis asuntos en orden».
  • Pensar o hablar sobre deseos de dormir y no despertar jamás.
  • Pensar o hablar acerca de la muerte o el suicidio o incluso declarar el deseo de morir o de hacerse daño.
  • Pensar o hablar acerca de sentirse sin esperanza o culpable.
  • Pensar o hablar sobre ser una carga para los demás.
  • Pensar o hablar sobre posibles maneras o formas de quitarse la vida.
  • Tener comportamientos autodestructivos, como conducir con velocidad extrema, tomar alcohol en exceso, consumir drogas ilícitas o hacerse cortaduras en el cuerpo.

Si tú o alguien a tu alrededor presenta algunos de estos síntomas es importante que reciba ayuda especializada e inicie un tratamiento psicoterapéutico o psiquiátrico. 

Es vital que, en la compañía de un profesional de la salud mental, la persona verbalice los pensamientos y sentimientos suicidas. Inherente al proceso terapéutico, en la relación terapéutica, la persona reinicia una reconexión con el mundo, siendo justamente la conexión con los otros lo que nos mantiene vivos cuando el sentido de vida se pierde.

Una persona con tendencias suicidas necesita oír palabras de aceptación y apoyo que le ayuden a cruzar el puente que los aleja emocionalmente del mundo, por lo que algunos de los objetivos terapéuticos serán poco a poco reactivar la capacidad para superar acontecimientos estresantes, recuperar la fortaleza para restaurar los vínculos en relaciones interpersonales afectivas significativas y renacer a través de la resiliencia; ya que la fuerza humana y nuestras capacidades más extraordinarias para sobreponernos a la adversidad se activan en relación con nuestro mundo.

“El suicidio no es un acto de cobardía o valentía, es sufrimiento en soledad”.

Lecturas referentes y recomendadas:

El riesgo de suicidio de Dave Mann

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