Sintiendo…protegidos por el vínculo

Psic. Gabriela del Bosque
Corrección de estilo: Anna Andrade
Corrección de estilo: Anna Andrade
Es común que algunos de nuestros sentimientos nos incomoden, porque nos impiden tener “control” o porque nos alejan de nuestros objetivos. Incluso podemos interpretarlos como una “debilidad” propia o “algo que no está bien” en nosotros.
Desafortunadamente, en la mayoría de los casos, la causa es que nos educaron para ser emocionalmente fuertes, con un concepto de fuerza similar al de resistencia; crecimos escuchando frases como “no llores, te ves feo”, “tienes que ser fuerte”, “el que se enoja pierde”, o “no estés triste, no es para tanto”. Aunque eran máximas expresadas con la mejor de las intenciones, en lugar de permitirnos afrontar la vida y sus dificultades nos conducen a negar o restarle importancia a la vida emocional.
Esa práctica constante suele derivar en bloqueos emocionales, pues guardamos nuestras emociones y les quitamos la voz. Poco a poco nos desconectamos de ellas y, aunque resulte difícil de reconocer, nos vamos olvidando de sentir. Aprendemos a resolver la vida con habilidades casi exclusivamente cognitivas y sin darnos cuenta, oxidamos nuestra herramienta emocional.
¿Se puede vivir una vida así? Sí, supongo que sí. En ocasiones desconectarnos de nuestros sentimientos es un ajuste muy funcional, nos sirve para atravesar situaciones complejas. Sin embargo, cuando se hace un uso excesivo de este ajuste, llega un momento en que las emociones bloqueadas comienzan a manifestarse de distintas formas y aparecen síntomas de ansiedad o depresión, o diversos malestares emocionales como la irritabilidad, el desgano, la apatía, y junto con ellos el desgaste en vínculos relacionales significativos.
¿Te ha sucedido algo similar?, ¿de pronto te descubres con pensamientos excesivos, se te acelera el corazón, te falta la respiración, tienes dolores de cabeza frecuentes? o ¿estás más irritable, impaciente, impulsivo que de costumbre? Cuando eso pasa, es tiempo de detenerte, bajar el ritmo y empezar a escuchar tu mundo emocional, hay algo que tu cuerpo experimenta e intenta comunicarte con todos estos síntomas.
El mensaje de nuestras emociones es un mensaje complejo de descifrar, no es un lenguaje cognitivo como el pensamiento, al cual accedemos a través de las palabras; se trata de un “lenguaje emocional” que utiliza el cuerpo para expresarse. Sí, ¡las emociones se sienten en el cuerpo! Obsérvate, conócete, siente tu mundo emocional. ¿Qué le sucede a tu cuerpo cuando estás preocupado, enojado, o triste? Probablemente irás detectando mientras te observes que te duele la cabeza, o tienes irritación en el estómago, o sientes tensión muscular, o te sube la temperatura corporal o te sientes inexplicablemente cansado; hay tantas combinaciones de “emoción + sensación corporal” como personas en el mundo. Lo interesante es que cada uno de nosotros puede aprender a identificar las distintas sensaciones corporales que acompañan a nuestros sentimientos. El cuerpo nos habla de nuestro mundo emocional; hay que aprender a escucharlo.
Reconocer y contactar con nuestras emociones y sentimientos ejercita nuestra inteligencia emocional. Puede servirnos para interpretar y modificar comportamientos ante situaciones de vida complejas. Por otra parte, intentar controlar nuestros sentimientos, frenarlos, cambiarlos o desestimarlos demasiado rápido nos genera un cansancio inexplicable, una sensación de pérdida de energía y agotamiento; se trata de un cansancio emocional que paradójicamente no se presenta por “exceso” de sentimientos, sino por falta de ellos, por haberlos negado, reprimido o silenciado.
Como decía anteriormente, es importante hacer una pausa para aprender a escuchar y sentir nuestro mundo emocional. No es fácil y no estamos familiarizados con nuestro lenguaje emocional. Una clave en el camino hacia el despertar de nuestra capacidad de “sentir”, es considerar que nuestro mundo emocional incluye recuerdos, pensamientos, ideas, fantasías, sueños y sensaciones corporales por lo que podemos hacer uso de todos estos elementos al explorar en nuestra emocionalidad.
Nuestras conductas, pensamientos, creencias, valores, sensaciones, emociones y sentimientos se encuentran siempre vinculados entre sí. Aunque no nos percatemos, la emocionalidad influye constantemente en el existir; es mejor que lo haga de forma consciente.
Si sentimos que algo no va bien, debemos parar y revisar nuestra vida. Quizás estemos frente a la necesidad actualizar nuestra forma de relacionarnos, modificar nuestras respuestas emocionales o cambiar algunas conductas porque han dejado de funcionar.
Recordemos que estamos en constante evolución y cambio; cambia nuestro entorno, cambian nuestras relaciones y, por supuesto, cambiamos nosotros también.
Frente a esta necesidad de actualizarnos a veces experimentamos miedo o expectación y es entonces cuando nuestro organismo experimenta una “crisis”. Las “crisis emocionales” son momentos de vida de gran vulnerabilidad, en los que ya no podemos evitar sentir, las sensaciones y emociones nos alcanzan, y tememos perder el “control” sobre nosotros mismos. Son momentos difíciles en la vida de una persona, sin embargo, estas “crisis” son necesarias e inevitables. Estamos inmersos en un proceso de cambio constante, así que las “crisis emocionales” aparecen por la necesidad de actualizar nuestra vida y son momentos de oportunidad y crecimiento.
Si tu cuerpo y pensamientos te están expresando incomodidad a través de síntomas como el insomnio, falta de energía, estados de ánimo inexplicables, ideas limitantes, deterioro de tus relaciones significativas; es tiempo de hacer una pausa y adentrarte en el complejo y valioso mundo de tus emociones ya que son indicadores de lo que estás necesitando actualizar en tu vida. Un primer paso en estos momentos de cambio es no exigirnos estar siempre bien y aceptar nuestras emociones y sentimientos como parte de nuestra experiencia y como una herramienta más para dar respuesta a los retos de la vida.
No olvidemos que nuestro mundo emocional, como toda la experiencia humana, se despliega en una constante relación con los otros. Así como en algún momento de nuestra vida, probablemente durante la infancia y/o juventud acompañados de figuras importantes afectivamente, aprendimos a contener o negar nuestras emociones como una forma de ser fuertes y de mantenernos protegidos y seguros, también podemos aprender a través de un proceso de maduración emocional y relacional, a contactar y a sentir nuestras emociones y sentimientos estando acompañados por alguien que sea sensible, que esté abierto a su propia novedad y con quien podamos compartir nuestra experiencia, descubriendo que ahora podemos “sentir plenamente” nuestra vida, y dar respuesta a los retos que nos presenta, sintiéndonos seguros y protegidos por el vínculo que creamos juntos.
Lecturas referentes y recomendadas:
Emociones, Sentimientos y Necesidades de Myriam Muñoz Polit
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2 respuestas
Muy padre Gaby y muy interesante.
Muchas felicidades!
👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼
Gracias por recordarme la importancia de escuchar a mi cuerpo y de aceptar lo que sea que este sintiendo 🙂