Reescribiendo nuestra historia

Imagen de Psic. Gabriela del Bosque

Psic. Gabriela del Bosque

Corrección de estilo: Anna Andrade

Compartir en:

¿Cómo se puede salir de la inercia social que nos aleja de nuestros anhelos? Necesitamos construir nuevos significados

Vivir significa estar, existir con cierta permanencia en un lugar, estado o condición. Como verbo implica la realización de una acción, es algo que hacemos, que creamos, que construimos. Pero a veces nos olvidamos de vivir y nos repetimos como un eco interminable, sin reconocer siquiera la voz de donde nacen nuestras acciones, porque vivir es un acto aprendido.

En las primeras etapas de vida, aprendemos a vivir observando día a día la forma de estar en el mundo de nuestros padres, tíos, vecinos y amigos cercanos. Estos vínculos significativos de la infancia y juventud con su ejemplo nos enseñaron qué es valioso y qué no en la vida. Si tuvimos la fortuna de crecer dentro de una familia, probablemente crecimos rodeados de afecto, contención y pertenencia, lo cual definitivamente favorece al sano desarrollo de una persona, pero también delimita o determina en cierto grado nuestras opciones.

Algunos de nosotros crecimos en un entorno social-familiar en donde heredamos la idea de que lo prioritario en la vida es consolidarse a través de los bienes tangibles y materiales, tener una linda casa o autos de lujo, vestir bien, lucir bellos o poseer cuerpos perfectos; para otros lo más preciado son valores como el trabajo, la honestidad, el amor, la fe, la amistad, ser bondadosos o servir a los demás; mientras que para otros lo esencial son los logros académicos, intelectuales, adquirir conocimientos o viajar por el mundo para poseer un gran desarrollo cultural. Y en los casos más exigentes, el desarrollo «ideal» de una persona consiste en lograr un poco de todo esto, en equilibrio, sin fracasos, ni tropiezos.

Existen estas y muchas otras formas más que cada familia elige, ya sea consciente o inconscientemente; objetivos o valores que dan sentido a la vida y que son transmitidos de generación en generación. Así vamos creando como sociedad, desde su núcleo que es la familia, formas de vida socialmente “aceptadas” o “correctas”; somos moldeados a través de constantes mensajes sobre lo bueno, lo malo, lo admirable y lo prohibido en la vida. Inmersos en este colectivo y con una gran necesidad de pertenencia, como individuos creamos en base a esto expectativas y exigencias que algunas veces son repeticiones de la vida de otros que, si bien de alguna forma nos brindan seguridad o dirección en la vida, también se convierten en formas que no se ajustan a nuestra experiencia ni necesidades.

Desde la perspectiva de la psicología del desarrollo, la etapa de vida de la infancia es una fase de inmadurez superable a través de los años; con el tiempo adquirimos mayor cantidad de habilidades, destrezas y conocimientos que son herramientas de vida y sobrevivencia. En la adolescencia y juventud tomamos opciones y comenzamos a definir nuestra personalidad, por lo tanto es una etapa en donde se espera y se acepta que los jóvenes sean cambiantes e “inestables” como parte de su desarrollo; y al llegar a la adultez la expectativa es que la persona haya encontrado el equilibrio y desarrolle un estilo de vida “estable” o “no cambiante”, demostrando haber logrado una especie de término en cuanto a su desarrollo. Con esta perspectiva se consolida la idea de que la vida es un camino evolutivo, constituido por fases, necesidades, habilidades y tareas madurativas especificas en cada etapa, que hemos de ir logrando de forma acumulativa y consecutiva.

Desde esta perspectiva, debemos de ir avanzando en forma lineal en nuestro desarrollo y no es muy bien visto que un adulto se replantee ciertas cosas porque “ya no está en edad” de hacerlo. Y le vamos poniendo fecha de caducidad a la espontaneidad de nuestro desarrollo. Intentamos que nuestra existencia quepa dentro de una caja y nos cortamos las alas para encajar.

Las exigencias sobre un tiempo exacto para estudiar (en países como México en donde estudiar es un privilegio de pocos), para enamorarnos (para eso nos dan un poco más tiempo porque se espera que elijamos vivir en pareja), para ser padres (¿acaso se nos permite elegir no serlo?), para consolidarnos económicamente, para viajar (en un mundo globalizado en donde si no viajas no tienes mundo); todo esto nos presiona y aniquila nuestra forma única e irrepetible de existir. Sentir que vamos más lento de lo esperado nos hace sentir inadecuados, inmaduros, en desventaja, derrotados en una carrera en la que ni siquiera elegimos participar y en muchas ocasiones nos rendimos y renunciamos a nuestros sueños y potencialidades.

Influenciados por nuestra historia personal y por las normas sociales, al llegar a la adultez el reto consiste en tomar lo valioso de lo aprendido y desaprender esta idea de crecimiento lineal que implica una estructura y ritmo predeterminados para todos por igual. Romper con las formas ya definidas y aceptadas por otros no es fácil, da miedo. Se requiere dejar atrás lo conocido, lo que desde siempre hemos visto como una forma válida de ver la vida, para abrirle paso a nuestra creatividad y generar nuevas posibilidades con nuestra propia existencia.

3 Blog foto 2

¿Cómo quiero vivir?, ¿dónde quiero vivir?, ¿mi trabajo actual es lo suficientemente nutritivo para mí?, ¿qué personas deseo tener cerca íntimamente?, ¿quiero vivir en pareja, en qué tipo de relación o en soltería?, ¿es esto lo que realmente quiero?, o ¿es así porque no veo más opciones?

Parecen preguntas simples y socialmente válidas únicamente en una etapa temprana de vida como la juventud ya que se espera que siendo adultos y maduros estemos bien “definidos”; aunque eso en ocasiones signifique vivir condenados a dar continuidad a nuestras decisiones pasadas, cargando el peso de no sentirnos realmente satisfechos ni plenos. ¿Cómo se puede salir de la inercia social que nos aleja de nuestros anhelos? Necesitamos construir nuevos significados, empezar a hablar de madurez en términos de espontaneidad, creatividad y flexibilidad.

Madura es aquella persona que trae consigo las herramientas de lo aprendido y se atreve a su propia novedad; que se cuestiona si los caminos recorridos por otros son los adecuados para sí; que actualiza sus decisiones en base a las circunstancias presentes; que vuelven atrás cuando se equivocan, que no se comparan con los demás y que están abiertos a la posibilidad de asombrarse de sí mismos y descubrirse recorriendo caminos que jamás imaginaron.

Es necesario retomar la espontaneidad, la unicidad, la creatividad y la originalidad existente en cada uno de nosotros para desplegar nuestro desarrollo a nuestro propio ritmo; un desarrollo en donde nos permitimos hacer cambios, reinventarnos, corregir, y reescribir nuestra propia historia durante todas las fases de nuestra vida.

El sentido de la vida se construye, hagámoslo de forma provisional, siempre cambiante; si intentamos determinarlo o establecerlo como algo rígido, ahogamos todo aquello que aún no somos, todo lo que aún no imaginamos ni soñamos. Nos condenamos a ser una repetición de historias ajenas o una prolongación de nuestras propias y obsoletas decisiones de vida. Te invito a regalarnos la oportunidad y el valor de construirnos día a día, como una forma de asumir la responsabilidad de actualizar nuestras necesidades, decisiones y acciones de acuerdo a cada momento, aceptarnos cambiantes y vivir en un presente de continua reescritura vital.

2 respuestas

    1. Si! un gran reto que implica un ejercicio de introspección y honestidad con nosotros mismos y con los que nos rodean. Y nos regala la posibilidad de reinventarnos constantemente.
      Gracias por leerme 🙂
      Te envío un abrazo!!!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *