EL DOLOR NOS GUÍA

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Psic. Gabriela del Bosque

Corrección de estilo: Anna Andrade

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El dolor y el sufrimiento son dos experiencias muy relacionadas entre sí pero que no poseen la misma naturaleza. Es interesante comprender que ambas experiencias utilizan los mismos circuitos cerebrales, por lo que el sufrimiento efectivamente duele.

El dolor es una señal del sistema nervioso que la OMS define como una experiencia sensitiva y emocional desagradable asociada a una lesión real o potencial. Por otra parte, el sufrimiento es una vivencia relacional y social que posee un origen cultural; en el existe el deseo de que el presente sea diferente de como es.

Pero aun siendo manifestaciones tan distintas de nuestra humanidad, a veces no logramos diferenciarlas. ¿Alguna vez has sentido un sufrimiento tan intenso que resulta físicamente doloroso? O ¿has escuchado a alguien decir que le duele el pecho, que siente que algo se le desgarra por dentro ante una situación de sufrimiento emocional?

Un estudio realizado por los psicólogos Ethan Kross y Walter Mischel en 2011 demostró que la actividad cerebral relacionada con el dolor físico y el sufrimiento emocional es la misma, por lo tanto, el sufrimiento duele físicamente ya que para nuestro cerebro no existe una diferencia entre ambas.

El cuerpo experimenta y expresa con síntomas biológicos lo que nuestro mundo emocional y psicológico está viviendo y sintiendo.

Sin embargo, existen ciertas diferencias que resultan evidentes. El dolor como experiencia utiliza el lenguaje de las sensaciones: opresión, tensión, hormigueo, calambres, cambios en la temperatura, ardor, etc., mientras que el sufrimiento utiliza el lenguaje cognitivo: ideas, conceptos, creencias, etc. Pero, ante una amenaza de lesión a nuestro ser, ambos se activan recíprocamente en la misma área del cerebro.

El dolor y el sufrimiento se manifiestan en nuestra vida siempre en tiempo presente, en el aquí y ahora de la experiencia inmediata, tocando nuestro bienestar corporal, emocional, cognitivo y psicológico.

Comprender que aquello que nos amenaza o lastima emocionalmente tiene un impacto en nuestro bienestar físico o corporal nos ayuda a prevenir trastornos de síntomas somáticos. Reconocer los efectos de las emociones en nuestro cuerpo y que el sufrimiento al manifestarse a veces genera dolores o malestares físicos, brinda cierto alivio al encontrarnos en situaciones angustiantes.

Porque sentir el dolor del sufrimiento en el cuerpo muchas veces asusta. ¿Qué me está pasando?, no puedo respirar, me siento débil, mareado, ¿me voy a morir?, ¿me estoy volviendo loco? Y aunque no estamos ante una situación real de amenaza o daño biológico, nuestro cuerpo siente una situación amenazante, desagradable, que desearía evitar. 

Muchas veces escucho en consulta a las personas decirme que desean no sentir el malestar emocional. Quieren ser indiferentes ante lo que les sucede o aprender a protegerse del dolor, buscando calma.

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No es fácil sentir su dolor y desde ahí invitarlos a atravesarlo juntos confiando en que el dolor nos servirá de guía, porque personas sanas y vitales son aquellas que están presentes, con sus sentidos despiertos y no anestesiados. Si el dolor está presente en la vida, entonces es sano sentir ese dolor.

¿Qué nos muestra el dolor emocional?

El dolor es un mecanismo de defensa o herramienta de supervivencia, que cuando tiene un origen emocional o psicológico intrínsecamente forma parte de una experiencia relacional.

Como veíamos en el blog “Sintiendo… protegidos por el vínculo”, nuestro mundo emocional siempre está en relación con los otros; expresa nuestra forma de relacionarnos con el mundo que nos rodea.

Revisemos algunos de los mensajes que en ocasiones nos llegan a través del dolor emocional:

  • Nos indica que algo no va bien en nuestra vida y que por lo tanto es contrario a lo que deseamos.
  • Informa que nuestra experiencia emocional resulta inseparable de nuestro entorno socioafectivo. Aquello que sentimos nace, crece y se transforma en relación con otros.
  • Nos ayuda a identificar relaciones (laborales, familiares, de pareja, sociales, etc.) en las que no estamos satisfechos y necesitamos hacer ajustes, tomar decisiones, o dar espacio al diálogo sobre situaciones incómodas e inconclusas.
  • Nos moviliza. Ya que nos pone en una situación incómoda de donde instintivamente queremos salir. Recordemos que el sufrimiento o dolor emocional por definición nos habla del deseo de que el presente sea diferente de como es.
  • Nos ayuda a descubrir lo que necesitamos o lo que nos está haciendo falta recibir o dar al construir relaciones interpersonales significativas.

 

Me tranquiliza saber que en la vida humana el dolor es inevitable, natural, genuino y necesario para identificar dificultades o áreas de oportunidad de crecimiento interpersonal.

Con la intención de desmitificar el dolor y el sufrimiento, los invito a una concepción darwiniana de la evolución basada en un criterio diferente:

No vence quien es más fuerte, sino quien sabe transformar el dolor en vida nueva. No sobrevive el más fuerte, sino el que es capaz de crear cooperación, de crear vínculos. Alfred Whitehead.

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