HERIDAS PRIMARIAS: LA VULNERACIÓN DEL APEGO

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Psic. Gabriela del Bosque

Corrección de estilo: Anna Andrade

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Las heridas primarias representan la vulneración del apego, crean fisuras en el vínculo esencial entre el niño y sus progenitores. Se trata de impresiones psíquicas relacionales, a menudo inconscientes, que el ser humano suele arrastrar en su madurez.

Todos llevamos dentro heridas primarias que se originan en las primeras etapas de vida, experiencias con alta carga emocional que nacen de la no satisfacción de necesidades dentro del vínculo con nuestros padres (o cuidadores primarios). Se trata de momentos de vida que no se pudieron asimilar en la infancia y que continúan observándose en la repetición de ciertos patrones relacionales en la edad adulta.

Estas heridas inician en una etapa de vida preverbal, por lo tanto son experiencias difíciles de comprender a nivel consciente, se trata de sensaciones y miedos infantiles que algunas veces son la respuesta a la presencia de negligencia parental pero que en muchos otros casos se generan frente a padres amorosos y con buenas herramientas de vinculación.

Entonces, ¿a qué se debe que emerjan estas heridas o experiencias relacionales dolorosas?, ¿podrían haber sido evitadas? Es importante comprender que las heridas primarias emergen de manera inevitable durante una etapa de vida de gran vulnerabilidad (física, emocional, y neuropsicológica), es decir, en una muy temprana etapa de la construcción del apego y que no siempre representan algún tipo de negligencia o violencia parental.

Las heridas primarias son un trauma no resuelto. Recordemos que se trata de necesidades que no fueron satisfechas y que cuando vivimos situaciones similares o en donde emerjan sentimientos asociados a la experiencia primaria, se pueden revivir momentáneamente patrones o conductas que no favorecen a la construcción de vínculos de mayor intimidad y plenitud.

Revisemos de manera breve las 5 heridas primarias de Lise Bourbeau, el estilo de personalidad asociada a cada una de ellas, el origen en la relación primaria con los padres o cuidadores, sus características principales y el reto fundamental que representan en la construcción de vínculos afectivos.  

18 heridas primarias
Herida de rechazo, personalidad huidiza

El origen viene del sentimiento de no sentirse aceptado y acogido por parte del progenitor del mismo sexo. Son individuos que: no aceptan sus propios sentimientos, perfeccionistas, procuran la soledad, tienen la capacidad de hacerse invisibles, cuando se sienten incomprendidos buscan diferentes medios para huir. Varios autores mencionan que son personas que no sienten derecho de existir, ya que el miedo a sentirse rechazados se convierte en un rechazo de sí mismos. 

El reto fundamental es atreverse a ocupar su lugar sin temor a que se olviden de él.

Herida de abandono, personalidad dependiente

El origen viene de una carencia de atención por parte del progenitor del sexo contrario. Se trata de personas que sienten una constante necesidad de presencia, atención y apoyo de los demás, tiene una gran dificultad para tomar decisiones, experimentan cambios emocionales pasando de estados de alegría a tristeza fácilmente. Requieren de pedir consejos frecuentemente por lo que buscan su independencia. Si sienten que reciben poca atención, tienden a abandonar antes de ser abandonados. Su mayor temor es la soledad.

Su reto principal es fomentar un diálogo interior positivo y aprender a estar bien con ellos mismos.

Herida de humillación, personalidad masoquista

El origen proviene de las críticas o desaprobación por parte del progenitor o progenitores a cargo durante los primeros años de vida o de la represión del placer físico. Quienes experimentan esta herida conocen sus necesidades pero las ignoran, su autoestima está dañada, los límites claros y bien definidos les ayudan a no desbordarse, pueden llegar a ser tiranos y egoístas como una forma de protección. Se avergüenzan de sí mismos y de los otros, llevan una carga emocional pesada y son hipersensibles. Su mayor deseo es ser dignos/merecedores, pero su mayor temor es la libertad.

El reto es reconstruir su dignidad y aprender a ser independientes.

Herida de traición, personalidad controladora

Su origen viene de la falta de cumplimento de promesas o de no haber visto cumplidas sus expectativas de niño por parte del progenitor de sexo contrario, quien se vuelve poco confiable. Son aquellos que intentan ser especiales e importantes pero no se sienten merecedores, experimentan envidia, son controladores y perfeccionistas. Son impacientes e intolerantes y desconfían de los demás. Mienten fácilmente, no cumplen compromisos y son manipuladores. Frecuentemente sienten temor a deshacer compromisos, ya que su mayor temor es la separación o disociación.

El reto es desarrollar paciencia y tolerancia, así como aprender a confiar y delegar.

Herida de injusticia, personalidad rígida

El origen emerge de la frialdad y autoridad por parte del progenitor del mismo sexo. Son individuos que se sienten inútiles o ineficaces, fanáticos del orden y radicales en sus ideas. Actúan para ser perfectos, no admiten tener problemas, tienen dificultad para recibir y sentir placer sin culpa. Consideran injusto recibir menos o más que los demás. No admiten medias tintas, se exigen mucho, se comparan con los demás.  Su mayor temor es la frialdad.

El reto es desarrollar flexibilidad y confiar en los demás.

¿Podemos sanar las heridas primarias?

Uno de los principios básicos de la psicoterapia humanista es la confianza en que a través de la vinculación empática, de apoyo y respeto podemos sanar heridas psicológicas-emocionales. Confiamos en la constante capacidad humana de regeneración del ser y de sus formas de estar en el mundo. 

Si identificaste tu propia experiencia con alguna de estas heridas primarias, vale la pena revisar algunas ideas básicas que nos pueden ayudar a trabajar en ellas:    

  • Necesitamos reconocer nuestras heridas primarias y sus manifestaciones en nuestra vida adulta.
  • Poner nombre a nuestras necesidades no satisfechas en etapas tempranas del desarrollo.
  • Identificar las emociones y sentimientos reprimidos que emergen alrededor de esas carencias.
  • Reconocer situaciones de vida en las que nos hemos sentido heridos.
  • Comprender que, en cierta medida, estos patrones o heridas obstaculizan la intimidad y la profundidad en nuestras relaciones afectivas.
  • Sobreponernos a posibles rencores y liberarnos de culpas, aceptando lo sucedido sin dolor ni amargura.

 

Para aprender a sanar estas heridas es importante comprender que brotan inicialmente como un mecanismo de defensa o de protección frente al dolor relacional.  

18 heridas primarias apego
Los seres humanos llegamos al mundo necesitando protección, afecto, contención y cuidado. Nacemos y somos relacionales. Durante toda nuestra existencia el vínculo con los otros nos va situando y dando un lugar en el mundo, a la vez que nos ayuda a desarrollarnos.

Si en una etapa de inmadurez física y emocional dentro de la relación con nuestros cuidadores primarios aprendimos a sobrevivir a sentimientos dolorosos como el rechazo, el abandono, la humillación, la traición o la injusticia activando distintas estrategias de protección, a  través de la maduración, generalmente en la etapa de vida adulta, vamos desarrollando la capacidad de ser conscientes de estas impresiones primarias y reconocer aquellas que han ido formando heridas que obstaculizan la calidad de nuestras relaciones afectivas, dándonos cuenta de que quizá nuestra necesidad primaria haya dejado de ser la de sentirnos protegidos y de que quizá nuestra necesidad fundamental durante la madurez sea la de vincularnos con mayor confianza, libertad y plenitud.

Lecturas referentes y recomendadas:

Las 5 heridas que impiden ser uno mismo de Lise Bourbeau

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