DIVORCIO: ¿FRAGMENTACIÓN O MITOSIS?

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Psic. Gabriela del Bosque

Corrección de estilo: Anna Andrade

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El año pasado, en México, se registraron casi 150,000 divorcios (un 61% más que el año anterior) de los cuales, el 50% tenía hijos menores al momento de la separación. Considero importante que reflexionemos sobre el impacto que el divorcio genera y que contribuyamos, desde donde nos corresponda, a que estos sean procesos de crecimiento y no de fragmentación.

¿Por qué el divorcio es un fenómeno cada día más presente? Recordemos que, en culturas como la nuestra, originalmente el matrimonio se constituyó para hacer uniones estratégicas, basándose en acuerdos “externos-ajenos” a los futuros esposos, tratándose más bien de un arreglo legal/social e inamovible para garantizar el reconocimiento y protección de los hijos.

En la actualidad, las relaciones de pareja nacen desde las necesidades “internas-propias” del ser. Se trata de elecciones libres, centradas en el afecto, la compatibilidad y otras necesidades subjetivas y cambiantes de cada uno de sus miembros. Esto le da un mayor grado de complejidad a las bases sobre las cuales construimos nuestros vínculos amorosos.

Cuando estas necesidades cambiantes de cada uno resultan incompatibles y los conflictos no se logran atravesar, cuando hablar parece inútil y las diferencias resultan irreconciliables, el final de una relación se acerca. Lograr construir una relación en donde dos personas puedan crecer (como veíamos en el blog “Un espacio para dos”), lamentablemente no siempre es posible. 

Aunque vivir una ruptura amorosa es un proceso difícil que nos genera un gran malestar emocional y psicológico, hay momentos en que continuar la relación resulta insostenible y la separación inevitable.  Cuando esto sucede, junto con la separación inicia un proceso de cambios significativos emocionales, económicos y sociales para todos los miembros de la familia.

La mayoría de las veces es un momento de vida tremendamente inestable y difícil, mas no tiene que tratarse de una experiencia dañina o traumática. Si disponemos del suficiente apoyo en nuestro entorno y permitimos que la experiencia nos transforme de maneras inesperadas, existe la posibilidad de que el dolor sea inevitable pero el sufrimiento fértil.

Recordando a mi maestro G. Francesetti, el sufrimiento es un movimiento procesual que nace en una situación y tiende a un desarrollo, por lo que hemos de aventurarnos en los territorios del sufrimiento para vivir la metamorfosis del dolor.

Creando dos nuevos espacios

La separación cuando hay hijos menores es similar a una mitosis, proceso en que una célula duplica todo su contenido para poder convertirse en dos nuevas células. Lo mismo sucede con la pareja, requiere duplicar sus herramientas y habilidades socioemocionales para formar dos nuevos núcleos de crecimiento para los hijos.

Cuando el proceso de mitosis celular no se produce adecuadamente, se generan problemas de salud; de igual manera, en un divorcio, cuando no se transita adecuadamente, genera problemas de salud. Si no se tienen las herramientas suficientes, el resultado es una fragmentación que impacta el bienestar de todos los miembros de la familia y afectará a la construcción de los nuevos vínculos que estén por venir.

Atravesar las fases del ciclo de un divorcio con hijos es un proceso complicado, es un momento de vida con un alto contenido emocional. Generalmente se activan miedos, ideas limitantes y prejuicios que generan una lucha interna que desgasta a algunos de los involucrados.

Sin embargo, aunque en un inicio sea difícil de concebir, si la pareja logra una mitosis favorable, el proceso de separación empujará a que emerjan en cada uno de ellos ciertas habilidades. Mayor autoconocimiento, mejor regulación de las emociones, activación de la toma de decisiones y la perseverancia necesaria para sostener la colaboración mutua.

Por esto, las fases del proceso de divorcio contienen retos o desafíos que, si se consiguen, no solo dan alivio a lo doloroso del proceso, sino que serán posibles vías de crecimiento y desarrollo para quienes los experimentan. Cada una de estas etapas forma parte de un proceso de aceptación de la pérdida y requerirá tiempos distintos para cada persona.

Recordemos que un divorcio no es un fracaso personal, más bien intenta ser la solución a una vida de pareja insatisfactoria y/o la liberación de vivir en un clima de tensión constante. 

Así, resulta irónico: la pareja ha de partir de esta premisa y aunque no consiguieron continuar una vida juntos, han de lograr sostener cierta estabilidad en la comunicación en pro de la salud emocional de ellos mismos y de sus hijos.  

Con la finalidad de brindar herramientas que ayuden a transitar esta decisión de vida, les comparto las 5 fases del divorcio, sus retos y algunos aspectos a considerar para hacer de esta áspera experiencia una oportunidad de crecimiento.

16 divorcio

Decisión de divorciarse

Este es frecuentemente el momento más caótico y angustiante. No es fácil soltar un proyecto de vida; idóneamente ha de ser una decisión consensuada ya que esto hace menos compleja la experiencia pero, desafortunadamente, en la mayoría de las ocasiones es uno de los miembros de la pareja quien toma esta decisión sin que el otro esté enteramente de acuerdo. 

Ambos roles lidiarán con dificultades, quien decide terminar la relación, así como quien aún no está listo para hacerlo.

Quien toma la decisión comúnmente carga con la responsabilidad de tomar acción y lamentablemente en ocasiones recibirá reproches por parte de familiares e incluso de los hijos por haber “roto” la familia. Para el otro, que se siente forzado a soltar una relación cuando aún no está listo para hacerlo, este momento también es muy crítico ya que es un paso que aún no está preparado para dar. 

El reto de esta etapa es reconocer que no hay culpables ni víctimas de forma absoluta. Ambas partes han de comprender que todo lo que sucede en una relación es co-creado e inevitablemente ambos forman parte del resultado final. Aceptar la inhabilidad compartida para resolver las tensiones entre sí, requiere de autoconocimiento y humildad para observar las propias fallas.

 

Planear el rompimiento del sistema

Cada pareja ha de consensuar los acuerdos de la separación y abordar temas como dónde vivirá cada uno, custodias, visitas y finanzas con respecto a los hijos. Estos son la estructura temporal que permitirán a cada uno elaborar un bosquejo de su nueva realidad e iniciar el proceso de adaptación a tantos cambios.

Los retos, aunque no sean tarea simple cuando estamos en medio de una crisis personal, son: dar prioridad al bien común sobre el bien personal y establecer acuerdos que sean temporales, flexibles y adaptativos.

La pareja necesita plantear arreglos viables para todo el sistema. Encontrar puntos de convergencia y tener una actitud cooperativa para resolver problemas. Que las partes estén abiertas a colaborar entre sí ayudará a afrontar las reacciones de los hijos y de la familia extendida con respecto al divorcio. 

 

Separación y divorcio

En este punto el caos comienza a tomar forma, ciertos acuerdos están temporalmente establecidos y el momento de shock ha pasado. La separación se materializa e inicia el tiempo del duelo por separación.

En ocasiones la pérdida en la pareja nos hace sentir que estamos perdiendo parte de nosotros mismos, en cierta forma, estamos dejamos de ser quienes solíamos ser. Es por esto que el periodo del duelo es necesario, es un proceso de sanación que nos permite soltar la relación, sentir la pérdida y volver a nosotros mismos.

En esta etapa cada uno elaborará ajustes en el apego a la ex-pareja, trabajará en las emociones presentes como ira, rencor, culpa, etc. Cada uno está viviendo un gran desafío, cambios en el concepto de familia, esperanzas, sueños y expectativas puestas sobre el matrimonio que termina.

Sabemos que llevarán ritmos diferentes en esta y las demás etapas. Y, sin embargo, comúnmente es fácil asumir que esté siendo más fácil para uno o para otro. No es así. Se trata de un proceso único e individual en donde no hay plazos ni formas correctas, pero que inevitablemente tocará atravesar a todos los miembros de la familia en su propio tiempo.

Los retos: sobreponerse a las propias dificultades emocionales, adaptarse a vivir separados, sostener la cooperación en la tarea co-paternal y contribuir a la sana realineación de las relaciones con la familia extendida. Todo esto requiere de mutuo cuidado, empatía y tolerancia.

 

Aprender a ser familia post-divorcio

En esta etapa surgen nuevos desafíos. Ser padre-madre soltero(a) con o sin custodia primaria implica la aceptación de responsabilidades financieras, la reconstrucción de los propios recursos, la adaptación en las tareas cotidianas y el desarrollo de la capacidad de ser flexible en cuanto a los arreglos para las visitas de los hijos.

Para facilitar el tránsito de esta fase, cada uno debe haber atravesado su propio duelo. Llegar a este momento llenos de rencor, desamor, miedo o lastimados solo hace que la labor co-parental sea una continuidad de las dinámicas relacionales dañinas preexistentes en la relación.

Es tiempo también de reconstruir cada uno su propia red social. Paulatinamente, familiares y amigos encontrarán junto con la pareja los nuevos tiempos y espacios a compartir.

Necesitamos comprender que un divorcio es un proceso de vida que impacta a la pareja, a los hijos, a la familia extendida, y a los amigos cercanos. Contar con la comprensión, respeto y empatía por parte de las personas cercanas puede suavizar las tensiones, los conflictos y la posible sensación de soledad en la ex-pareja y en los hijos.

Como sociedad, desde donde nos corresponda, ya sea familiares, amigos, colegas, personal de centros educativos de los hijos, etc, tenemos un impacto en el proceso de separación.

Podemos abonar al crecimiento siendo empáticos y dejando de lado dicotomías separatistas como “el bueno y el malo” o buscando culpables y víctimas. Comprendiendo que en un momento como este todos, en su propia forma, están experimentando una gran transición interna.

El reto en esta fase es reconstruir cada uno su camino de vida, dar forma nuevamente a su estilo de vida y lograr que sus hijos tengan una buena adaptación a los cambios que han atravesado como familia.

 

Formación de una familia reconstruida

La última fase del divorcio inicia cuando alguno entra a una nueva relación. Hay que abrirse a manejar la complejidad y la ambigüedad, aceptar los propios miedos, los de la nueva pareja y los de los hijos con respecto a la nueva relación de uno de los padres.

El trabajo co-parental implica educar y ayudar a los hijos en el manejo de conflictos de lealtad, siendo conscientes de que cuanto mayor sea el trabajo colaborativo entre los padres, menor será el conflicto de lealtades para los hijos, permitiendo el crecimiento de la familia y no la fragmentación o división.

Esto trae consigo el reto final: la resolución final de desapego a la ex-pareja y la aceptación de un modelo diferente de familia. Este modelo supone la inclusión de las nuevas parejas, reconstruir los límites familiares y el realinear nuevamente los acuerdos financieros.

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Finalmente somos transformados

Cuando vivimos la pérdida de una relación de pareja tratamos de atrapar esa parte de nosotros que se está yendo con el vínculo que termina. En la metamorfosis que trae el dolor, poco a poco todo aquello que pusimos en la relación va regresando a nuestro ser.

Finalmente, cuando logramos recuperar esas partes de nosotros que parecían perdidas, dice M.V. Miller, termina el duelo. Somos libres, hemos metabolizado la pérdida y ya no volveremos a ser exactamente los mismos, nos habremos transformado.

“Si dos sistemas interaccionan entre ellos durante cierto tiempo y después se separan, podemos describirlos como dos sistemas distintos, pero de forma sutil se convierten en un solo sistema”. Ecuación de Dirac o fórmula del amor

Lecturas referentes y recomendadas:

El ciclo vital de la familia extendida de B. Carter y M. McGoldrick

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