IR A TERAPIA: EL VALOR DE PEDIR AYUDA

Psic. Gabriela del Bosque
Corrección de estilo: Anna Andrade
Corrección de estilo: Anna Andrade
Este es el segundo mito alrededor de la terapia psicológica sobre el que me parece importante reflexionar. En esta serie de artículos revisamos ideas y prejuicios sobre cómo, cuándo, quiénes y por qué se acude a terapia. Los invito a leer el anterior titulado “Ir a terapia: un camino de la inadecuación a la interdependencia”.
Mito #2 que nos hace dudar en la decisión de ir a terapia: La terapia solo la necesitan los locos y las personas con trastornos mentales. ¡Falso!
En esta idea se engloban al menos dos conceptos que me parecen relevantes de observar: el concepto de locura y una determinante restricción al aplicar los beneficios de la psicoterapia.
¿Qué es estar “loco”?
Empecemos por quitar la etiqueta de “locos” a aquellas personas que padecen trastornos psicológicos. Afortunadamente en la actualidad es más frecuente escuchar hablar sobre la salud mental, las características de los principales trastornos del ánimo y de la personalidad, su abordaje y las dificultades sociales que pueden enfrentar quienes los padecen; esto hace que como sociedad tengamos mejor comprensión de estas enfermedades y aprendamos a relacionarnos con empatía y respeto. Sin embargo, continúa existiendo un gran miedo a ser nosotros mismos quienes caigamos en la tan estigmatizada “locura”.
Parece ser que es más fácil comprender el malestar psicológico en los otros que en nosotros mismos. Olvidamos que el malestar emocional y psicológico que en ocasiones experimentamos es el resultado de una serie de factores que no sólo tienen que ver con nuestro estar “cuerdos o locos” porque nuestro bienestar o malestar interior está siendo constantemente retroalimentado por el mundo que nos rodea.
Enfrentamos una compleja mezcla de factores que no son fáciles de acomodar: un estilo de vida que demanda ser productivos, rápidos y eficaces; sobrellevamos lo que Bauman llama relaciones líquidas debido a la fragilidad de los vínculos que se rompen ante cualquier conflicto o dificultad; vivimos atrapados en la adicción a las nuevas tecnologías; confundidos por la infodemia o sobreabundancia de información falsa y de rápida propagación; por lo que en medio de estos factores ambientales y culturales vale la pena preguntarnos:
¿experimentar malestar es estar loco o simplemente significa que somos seres sintientes de nuestro entorno?
En el enfoque Gestalt consideramos que la raíz de las experiencias psicopatológicas radica en la experiencia de haber vivido algo que no ha sido completamente asimilado debido a su elevado contenido de sufrimiento y que ha sido enfrentado en soledad; por lo que, sin la presencia de alguien con quien asimilar la experiencia y en un auténtico intento de supervivencia activamos como mecanismo de defensa bloqueos psicológicos y emocionales. Cuando esto sucede, las dificultades de la vida que no hemos podido integrar comienzan a expresarse a través de síntomas: pérdida de energía, ansiedad, fobias, inestabilidad emocional, irritabilidad, etc. dando paso a las llamadas experiencias psicopatológicas o trastornos mentales.
Podemos decir, corriendo el riesgo de simplificar esta compleja y multifactorial experiencia, que los trastornos mentales y emocionales representan en cierta forma un ajuste creativo que realizamos para sobrellevar el dolor ante una ausencia de apoyo por parte del entorno social-afectivo al transitar el sufrimiento. Y así, partimos de la premisa de que lo opuesto al bienestar no es el dolor, es la ausencia del otro.
Desde esta perspectiva, la terapia representa una oportunidad para asimilar las experiencias de vida que han sido demasiado duras o dolorosas y que hemos vivido en soledad, siendo una ocasión para abrirnos a todo aquello que no pudimos sentir por falta de sostén y acompañamiento. Bajo este enfoque la psicoterapia es una intervención eficaz ante las psicopatologías, pero la aplicación de la terapia va mucho más allá que solo esto.
Y es sobre esto que es también importante que hablemos.
Lo primero que necesitamos comprender es que no necesitamos estar en una situación grave o de elevado contenido doloroso para asistir a terapia. Entonces, si no estoy “loco” ni una situación de extremo malestar, ¿para qué ir a terapia?
Aplicación de la terapia más allá de la psicopatología o sufrimiento extremo
Ir a terapia es una de las decisiones más complejas que tomamos en la vida; es un acto de valentía, confianza y apertura. Encontrarnos frente a un desconocido, aunque se trate de un psicólogo o psicoterapeuta profesional y experto en la experiencia humana, representa un alto grado de exposición que nos puede intimidar o hacer sentir extrañamente vulnerables.
Es común que nos descubramos pensando: ¿para qué pasar por todo eso?, ¿no estaré exagerando un poco y no es para tanto?, quizás solo necesito descansar y dar tiempo al tiempo. Estas inquietudes emergen del miedo y de la incertidumbre que genera la idea de que ir a terapia significa que estamos muy mal, cuando no es así. Revisemos algunos de los usos adicionales de la psicoterapia.
Deseo de crecimiento personal
“La vulnerabilidad no es sinónimo de perder la cordura”
Todo aquel que no se sienta completamente satisfecho con las circunstancias de su vida y necesite descubrir nuevas herramientas para afrontar o significar las adversidades, es candidato a buscar ayuda terapéutica como una forma de autocuidado y deseo de crecimiento.
El primer reto en este proceso de crecimiento, es derribar los prejuicios alrededor de “no poder solos”, “si no puedes con tu vida, estás mal”, un poco lo que revisamos en el mito #1 “Ir a terapia: un camino de la inadecuación a la interdependencia”. Y posterior a esto trascender el miedo a la vulnerabilidad que genera enfrentar nuestras dificultades y compartirlas con otros.
La vulnerabilidad es parte del camino del crecimiento emocional. Reflexionar sobre nuestros pasos, elecciones de vida, casi siempre nos genera cierta inseguridad o fragilidad; de ahí la importancia de no hacerlo solos. Sentirse vulnerable es como perder el control, sin embargo, es un acto de honestidad, apertura y confianza que permite nuestro crecimiento.
En los procesos de terapia construimos una nueva relación consultante-terapeuta, esta relación se basa en el respeto, el no juicio, la apertura a todo lo que aparezca, es una relación en donde la confianza es construida poco a poco entre sesiones. La naturaleza psicoterapéutica de la relación permite que descubramos juntos y de forma armoniosa aquellos aspectos que están deteniendo nuestro pleno desarrollo.
Atención de síntomas menores de malestar emocional
“Sentir el dolor no es sinónimo de perder la cordura”
Hay momentos en que experimentamos ciertas dolencias e incomodidades que representan malestar psicológico o emocional, de leve a moderada intensidad o por períodos breves y desconocemos con claridad su origen, como pueden ser: alteraciones del sueño, de la alimentación, cambios repentinos de estados de ánimo o inestabilidad emocional, pensamientos repetitivos e inquietantes, falta de ánimo o de energía, confusión e incertidumbre o dificultad para la toma de decisiones.
Cuando no podemos identificar el sentido de estos malestares, recordemos que estos síntomas nos “hablan” de que algo importante sucede dentro de nosotros o en nuestras relaciones más significativas. Sentir los síntomas no es siempre algo fácil, podemos llegar a experimentar descontrol y temor de perdernos en el remolino de nuestras emociones y pensamientos.
Aquí la terapia se convierte en una acción preventiva y un espacio para escuchar este llamado y de esta forma evitar sufrimiento psicopatológico o más intenso en un futuro.
Acompañamiento ante pérdidas y duelos
“La confusión interna propia de la transformación no es sinónimo de perder la cordura”
La vida nos confronta constantemente con el sentimiento de pérdida, perdemos aspectos de nosotros mismos, etapas de vida, relaciones, capacidades o habilidades, sueños, metas, objetos externos, y por supuesto experimentamos las pérdidas de seres queridos (duelos).
Iniciar un proceso de terapia en momentos como estos nos ayuda a acomodar internamente estas complicadas experiencias, lo cual incluye despedirnos de aquello perdido, soltar lo que ya no es necesario sostener, contactar con todos estos cambios y sentir el poderoso efecto que ejercen en nosotros; todo esto puede llegar a ser un proceso de desconcertante transformación. Como veíamos en el blog “El duelo: una experiencia que nos transforma”, el duelo es un periodo de tiempo en que descubrimos quiénes llegaremos a ser después de estas pérdidas.
El acompañamiento de un psicólogo o psicoterapeuta en esos momentos de vida nos brinda sostén y contención, y nos permite transitar la confusión y transformación que las pérdidas generan dentro de nosotros.
Después de este recorrido por uno de los más escuchados mitos a cerca de la terapia psicológica, sólo resta recordar que:
“A terapia no van los locos, sino los que tienen la valentía de sentir la vulnerabilidad, confusión y dolencias emocionales necesarias para sanar sus heridas pasadas en una nueva relación: la terapéutica “.
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