¿TRISTEZA O DEPRESIÓN?

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Psic. Gabriela del Bosque

Corrección de estilo: Anna Andrade

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Vivimos en una sociedad que va de prisa y tendemos a asociar experiencias para simplificarlas. Nos consolamos pensando que podemos controlarlas con rapidez y, en este deseo de prontitud y ligereza nos privamos de las pausas necesarias para asimilar la vida y sus complejidades. Por eso no distinguimos entre estados de ánimo de tristeza, crisis existenciales, pausas por duelos o pérdidas y lo que realmente son las experiencias depresivas.

Me parece importante que hablemos sobre estas distinciones para que comprendamos e identifiquemos los síntomas depresivos. Empecemos por establecer las diferencias entre una depresión reactiva y una depresión persistente o mayor.

La vida trae consigo inevitablemente momentos de pérdida, terminación de etapas de vida, relaciones, y situaciones en las que experimentamos tristeza, desorientación, desánimo o incluso alguna crisis existencial. Son momentos en los cuales los síntomas nos invitan a una pausa. Es en la pausa en donde sucede el crecimiento dentro de la pérdida, necesitamos tiempo para asimilar una nueva situación y tomar decisiones sobre nuevas alternativas. A este tipo de experiencias las conocemos como depresiones reactivas, es decir situaciones en las que existe una historia de vida identificable sobre lo que nos está generando sufrimiento o dificultad emocional. 

En ocasiones como estas requerimos de apoyo especializado ya que, la gran mayoría de las veces, sin ese apoyo, el proceso de crecimiento dentro de la pérdida no sucede y por otra parte, el malestar emocional y psicológico sostenido durante periodos prolongados nos puede llevar a una experiencia depresiva persistente o mayor.

Pero, ¿qué sucede cuando no podemos identificar el origen de nuestro malestar emocional o tristeza? Nos sentimos deprimidos de forma permanente y desconocemos a qué se debe, nos sentimos sin energía, desconectados de la vida sin que haya ocurrido nada grave o exista algún cambio notorio en nuestras vida o relaciones, o alguna vivencia difícil que podamos nombrar y por lo tanto atravesar psicológicamente. Son estos casos, en los que probablemente estamos frente a una experiencia depresiva persistente o mayor.  

¿Qué es la depresión?

La depresión es una enfermedad que se manifiesta con distintos niveles de intensidad llegando en los casos más severos a convertirse en un problema de salud serio que genera incapacidad e incluso puede implicar riesgo suicida.

Revisemos algunos de los síntomas presentes en la depresión: aislamiento, bajo estado de ánimo, disminución de la energía, reducción de la capacidad de sentir placer, falta de concentración, incremento de cansancio o fatiga, insomnio o hipersomnia, actividad motora agitada, sentimientos de baja autoestima, inutilidad o culpa, concentración reducida, carencia de capacidad para tomar decisiones, falta de lucidez, de ambición o deseo, pérdida del sentido de vida y pensamientos suicidas.

La depresión es una desconexión del mundo, es una retirada del mundo. Siendo nuestra naturaleza la de seres sociales afectivamente interdependientes, esta desconexión se experimenta como gran dolor o sentimiento de vacío existencial.

Es común que cuando atravesamos una depresión optemos por alguna de las siguientes salidas como una forma de protegernos de la sensación de vacío o de imposibilidad de vincularnos afectivamente:

  • Es uno de los síntomas más comunes, ante la sensación de estar apagados energética y afectivamente, nos alejamos de los otros.
  • El mantenernos constantemente activos y ocupados es una forma de evitación, ya que el movimiento es una forma de resistir e intentar salir del campo depresivo.
  • Los estados depresivos también se expresan con rabia o enojo, en estos casos la gran cantidad de energía contenida en las conductas violentas pueden experimentarse como una resistencia frente a la fuerte sensación de pérdida de energía existente en la depresión.

Estas son algunas de las formas más comunes a través de las cuales intentamos mantenernos a flote ante la pesada fuerza de la depresión. Desafortunadamente, todas ellas son distintas formas de renuncias al encuentro con nuestro entorno social-afectivo.

La depresión puede entonces ser vista como una implosión vital en el sentido de la dirección en la vida, generando miedo, soledad, inseguridad, frustración y vergüenza, lo cual nos impide expresar abiertamente nuestras necesidades con respecto al entorno.

¿Cuál es la cura? Aquello que no puede existir, insiste. En la medida en que permitamos que exista la experiencia dejará de insistir, necesitamos reconocer y nombrarla frente a otros. El aislamiento, la hiperactividad o el malhumor no nos ayudarán, ya que son mecanismos de evitación más que de asimilación y vinculación.

Necesitamos darle forma a la angustia depresiva, encontrar las palabras, la historia en donde nace nuestro campo depresivo, por lo que una de las primeras tareas en el tratamiento psicológico será la de identificar el sentido de la experiencia, lo que nos ayuda a salir del sentimiento de confusión, incomprensión e inadecuación.

Cuando compartimos a través de las palabras nuestros pensamientos, sentimientos, anhelos, y fantasías con otro, en especial dentro de un contexto terapéutico, comenzamos a construir un puente hacia el mundo, a sentirnos conectados y comprendidos aun dentro de lo incomprensible de nuestra existencia.

A través de la vinculación sanamos y comenzamos a recuperar la esperanza y el sentido de vida perdidos. Necesitamos aprender a pedir ayuda, a expresar nuestro mundo emocional reprimido, a aceptarnos emocionalmente interdependientes y a protegernos a través de nuestra capacidad de vinculación más que mediante el aislamiento y la soledad.

Demos dignidad al estar triste y adolorido. No tengamos miedo del dolor cuando llega, pues el dolor es diferente de la depresión y es parte de la vida.

Aun en los momentos más oscuros de la vida e incluso en los más deprimidos de nosotros hay destellos de luz. Podemos salir de la depresión a través de la transformación cuando logramos reestructurar esos pasajes rotos de nuestra vida y encontrarnos desde ahí, desde ese puente que es el dolor cuando nos vincula con nuestro entorno.

Lecturas referentes y recomendadas:

El enfoque de la terapia Gestalt ante las experiencias depresivas de Gianni Francesetti y Jan Roubal

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