EL DUELO: UNA EXPERIENCIA QUE NOS TRANSFORMA

Psic. Gabriela del Bosque
Corrección de estilo: Anna Andrade
Corrección de estilo: Anna Andrade
Todos sabemos que los seres humanos somos mortales, sin embargo, cuando una persona amada muere resulta una experiencia difícil de asimilar o incluso de sobrevivir. Esto sucede sobre todo cuando el final de una vida llega de forma inesperada, en edades tempranas, de forma trágica o cuando la persona que fallece forma parte de los vínculos más significativos que tenemos y resulta una experiencia de vida muy complicada de vivir. La muerte nos confronta con nuestra propia finitud, con la no permanencia y la transitoriedad de nuestro existir; además de que nos genera un nuevo mundo de emociones y sentimientos que aparecen repentinamente frente a la ausencia de ese ser tan íntimamente significativo.
Es natural que necesitemos tiempo para asimilar esta experiencia, la muerte de una persona amada es un desequilibrio en nuestra regulación interna y el duelo es justamente el proceso que nos permite restablecer ese equilibrio.
Seamos conscientes o no, la muerte de un ser querido trae consigo una carga de sufrimiento. Si el sufrimiento lo vivimos de manera inconsciente, generará agotamiento y cansancio; mientras que si somos conscientes de nuestro sufrimiento, traerá consigo una fuerte y, en ocasiones, desconcertante carga emocional por contactar. Es importante que nos permitamos sentir la tristeza, el dolor, el coraje, la impotencia y todo lo que aparezca, comprendiendo que el sufrimiento dentro de un duelo es una señal de que la pérdida aún no puede ser asimilada.
El duelo es un sufrimiento relacional, se trata de una transformación de la relación con quien ya no está y el proceso del duelo nos ayuda a asimilar la pérdida y el cambio en la relación con la persona que se ha perdido. Cuando la persona que ha partido formaba parte de nuestra cotidianidad, la pérdida implicará hacer ciertos cambios de hábitos para quienes sobrevivimos su ausencia; es necesario ajustar el estilo de vida que teníamos, hacer modificaciones en las dinámicas cotidianas y esta transición suele ser muy dolorosa. Es común que en esos momentos no tengamos ganas ni ánimo para ciertas actividades y el duelo nos ayuda a poner en pausa esas actividades que de momento no encuentran aún su nuevo lugar en nuestras vidas.
Es común experimentar que junto con la relación con quien se ha ido, nuestra vida se rompe y no es sencillo continuar. Una valiosa relación se ha perdido y la vida debe continuar. Es aquí donde en muchas ocasiones aparecen el enojo, la frustración, la amargura y el sin sentido. Si nos presionan hacia adelante, a dar vuelta a la página, la lealtad al amor nos jala hacia atrás. ¡Necesitamos tiempo y espacio para aceptar la pérdida!
La ausencia del ser amado, la cercanía con la muerte y el transitar por nuestras emociones durante el duelo es una experiencia de vida que nos transforma. Formas nuestras quedarán atrás y nuevas habrán de emerger, por lo que suelen ser momentos en que necesitamos la presencia de otros significativos que nos acompañen y sean testigos de dicha transformación. El período del duelo nos permite asimilar quién he llegado a ser con quien he perdido y quién llegaré a ser sin él/ella.
Se trata de una transición profunda de nuestro ser, más allá de los cambios cotidianos, experimentamos la fuerza del amor y cómo nos transforman ciertos vínculos. Son momentos en que necesitamos fortalecer nuestras redes de apoyo, mantener la cercanía con personas significativas y compartir con ellos nuestra experiencia. Es preciso hablar con otros sobre la muerte y hacerla parte de la vida, hablar de nuestra vida y sobre cómo cambia con la ausencia de quien partió, hablar de nuestros sentimientos, sueños y recuerdos. Hablar nos alivia, libera y ordena la estructura de nuestros pensamientos.
Contactar con el dolor en presencia de otros durante el duelo es indispensable, vivir el dolor amorosamente acompañados nos centra en el presente y nos permite retomar nuestra línea de vida, necesitamos tiempo y contención para poder despedirnos de quien ya no está con nosotros, decir lo no dicho, y agradecer por lo que significó en nuestras vidas. La presencia de amigos, familiares y demás personas significativas que comprendan y sobre todo que no pretendan “acelerar” el duelo es esencial para quien se encuentra dentro del proceso de aceptación y transformación que representa un duelo.
Explorar cómo cambiamos a partir de la pérdida y permitir que la relación con quien ya no está con nosotros cambie junto con nosotros, es una parte significativa del duelo y poco a poco a través del proceso de duelo iremos descubriendo de qué modo quien se ha ido continúa presente a través de nosotros en la vida. Sólo viviendo el duelo podemos centrarnos en el presente y podemos vislumbrar, aunque aún lejano, el futuro y lo que sigue para nosotros después de una pérdida.
Lecturas referentes y recomendadas:
Traumas y pérdidas. A veces un solo ser nos falta y todo queda despoblado de Carmen Vázquez
El enfoque de la Terapia Gestalt ante las experiencias depresivas de Gianni Francesetti
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Un comentario
Mucha gracias por este artículo, es de mucha ayuda