La ansiedad: una voz interior por escuchar

Psic. Gabriela del Bosque
Corrección de estilo: Anna Andrade
Corrección de estilo: Anna Andrade
Es común escuchar a alguien decir que está ansioso o que tuvo un “ataque de ansiedad”, cuando en realidad se refiere al nerviosismo, la emoción o la impaciencia natural que aparece en ciertas situaciones o momentos de tensión específicos; por ejemplo, el nerviosismo que se experimenta cuando estamos esperando a que nos den el resultado de un examen o la impaciencia que nos hace mover las piernas cuando estamos por largas horas sentados viajando en auto. Estas sensaciones están claramente relacionadas con una situación específica y su duración también lo está, desaparecen junto con ella. Como todo nuestro mundo emocional, tienen movimiento continuo. Desafortunadamente, en algunas ocasiones, se detiene este movimiento y la ansiedad se instala en el organismo; permanece en distintos niveles e intensidades, causando malestar emocional.
Todos sentimos ansiedad en algunos momentos. Como cualquier emoción, la ansiedad tiene una función y nos ubica en el presente, nos indica que algo importante sucede (recordemos que sentir es una de nuestras herramientas de vida) pero revisemos qué sucede cuando la ansiedad es recurrente o constante a lo largo del día.
La ansiedad es una sensación y por lo tanto se siente en el cuerpo; pertenece a la familia del miedo, pero podemos distinguirla porque su origen no es claro. Lo que la hace tan difícil de controlar o gestionar es que no podemos explicarla y que aparece por sorpresa, generalmente acompañada de angustia.
El lenguaje de la ansiedad son los síntomas que genera a nivel físico, emocional y psicológico. Los síntomas fisiológicos más frecuentes son dificultad para respirar, mareos, temblores, aceleración del corazón, opresión en el pecho, sudoración o escalofríos, cansancio y dolor de cabeza. A nivel emocional, la ansiedad trae consigo miedo, irritabilidad, llantos repentinos, problemas para dormir o insomnio, y en ocasiones temor a morir. Psicológicamente nos llena de preocupaciones excesivas o anticipadas, dificultad para concentrase, pensamientos excesivos, repetitivos o negativos, y fantasías catastróficas. Todo esto representa un gran malestar emocional innegablemente.
La ansiedad aparece con síntomas tan incómodos justamente para captar nuestra atención. Es común que cuando una persona se da cuenta de que está teniendo episodios de ansiedad, poco a poco empieza a “recordar” situaciones en que tuvo dosis más pequeñas de ansiedad o angustia. Vivimos tan de prisa y saturados de actividades que en muchas ocasiones no escuchamos estas sensaciones leves y normalizamos sentirnos ansiosos, hasta que un día la ansiedad nos “grita” en el cuerpo y nos hace imposible ignorarla por más tiempo.
Si alguna vez has tenido algunos de estos síntomas, seguramente uno de los primeros pensamientos que tuviste fue ¿por qué estoy sintiendo esto si todo está bien?, ¿por qué no puedo controlar esta emoción? Lo primero que debemos comprender cuando hablamos de ansiedad es que se trata de una emoción intensa, sorpresiva y viene cargada de muchos elementos; es decir, es una emoción compleja. No podemos comprenderla en términos simples o de racionamiento lógico, ni mucho menos a través de procesos de introspección rápidos.
Una de las dificultades centrales para muchas personas frente a la ansiedad, es que su origen les resulta un misterio, algo totalmente desconocido; resulta muy desconcertante: es una sensación de pérdida de control sobre uno mismo, de vulnerabilidad y confusión por no saber lo que ocurre. El mensaje que la ansiedad trae a nuestras vidas es que hay ideas, creencias, situaciones, relaciones, sentimientos, emociones, etc., por explorar, revisar, sentir y expresar.
Entonces, aunque resulte muy difícil de aceptar y de sentir, es una equivocación intentar eliminar o callar la ansiedad porque nos habla de nuestro mundo interno, de sensaciones y emociones aún no observadas o reconocidas dentro de nosotros. Es una llamada a sentir, a contactar con nuestra sensibilidad.
Sin dejar de ver la complejidad y sobre todo intentando no brindar respuestas o soluciones rápidas, revisemos algunas de las situaciones de vida que frecuentemente observamos en la consulta terapéutica como posibles causas u origen de la ansiedad y algunas formas básicas de dar respuesta a estas situaciones; sin olvidar que se trata de un fenómeno que incluye muchos elementos con variaciones, de acuerdo a cada persona y a su experiencia.
Exceso de futuro
La ansiedad generalmente habla en futuro, viene cargada de ideas y pensamientos sobre el futuro, como un intento de adivinar o de prepararnos para algo que viene y que no viene bien; se trata de fantasías catastróficas: ¡si algo puede salir mal, saldrá mal! Hay un gran malestar psicológico y emocional que se está pagando por adelantado, es importante que nos demos cuenta de esto. El darse cuenta, respirar en calma y observar que nuestra mente se alejó del presente, observando lo que sucede aquí y ahora, ayuda a reconectar con nuestro cuerpo y regresar al presente.
Situaciones inconclusas
Cuando pasamos demasiado tiempo en una situación de incertidumbre, de espera, o dejamos que algo se resuelva por sí solo o a través del tiempo y no sucede así; la ansiedad nos recuerda que sí podemos dar respuesta a estas situaciones pendientes. A veces se trata de asuntos pendientes en relaciones significativas, o en el ambiente de trabajo, o bien proyectos significativos postergados. La ansiedad se presenta para activar la toma de decisiones.
Autoexigencias
Como mencionaba antes, la ansiedad trae consigo una sensación de pérdida de autocontrol. Nos enfrenta a nuestras vulnerabilidades y al hecho de que muchas veces no cubrimos nuestras propias exigencias y expectativas. Un regalo de la ansiedad es que nos acerca a la aceptación de nosotros mismos, incluyendo nuestras dificultades y carencias.
Bloqueos emocionales
Nuestro mundo emocional en ocasiones es amenazante, nos incomoda o desconcierta, por lo que a veces desarrollamos mecanismos de evasión o bloqueos que nos “ayudan” temporalmente a superar situaciones difíciles en la vida. Sin embargo, esta ayuda es una especie de anestesia emocional. Una anestesia para no sentir temporalmente, pero que no evita que nuestro cuerpo “registre” la energía generada por las “emociones no sentidas”. La ansiedad es la voz de todas esas emociones atrapadas dentro del cuerpo. Contactar con tu mundo emocional y expresarlo puede ser una buena forma de aceptar tu ansiedad y permitirle que te transforme.
La importancia de la respiración y de centrarse en el presente; la necesaria toma de decisiones; la aceptación de quienes somos, con vulnerabilidades y defectos; y cómo debemos cuidar nuestro mundo emocional, son algunas de las lecciones que la ansiedad tiene para ofrecernos. Esas y muchas más.
El viaje al interior que implica el encuentro con tantas lecciones ocultas, es un viaje que no recomiendo hacer en soledad. Aunque la ansiedad tiende a atraparnos en el interior y aislarnos de los demás porque los síntomas físicos y los pensamientos excesivos ocupan mucho espacio y nos entretienen luchando contra la incomodidad dentro de nosotros mismos, este es un momento para buscar ayuda en el entorno. A veces toca desistir de la pretendida perfección y fortaleza para aprender a apoyarnos en los otros. Aceptar la fuerza que nos brindan los vínculos significativos con quienes sirven de testigo a nuestra experiencia, enriqueciéndola con su compañía.
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